UN HIMNO SIN LETRA, PERO CON BUENA MUSICA

La alusión a la carencia de letra en nuestro Himno nacional es, claro está, una metáfora. Con ella me quiero referir a la capacidad de emoción, de motivación, que, al margen de ideologías, ha alentado la sedición del Govern catalán, sedición medida, eso sí, pues conocen sus graves consecuencias. España es, curiosamente, un gran país que presenta un cierto complejo en relación a sus símbolos nacionales. Cuesta sangre que la gente exteriorice, verbalice, su orgullo de ser español, como lo haría sin duda, un francés. De una parte, aún pesa casi dos generaciones después, el lastre de la dictadura. Entre sus delitos, los que no la hemos vivido, situamos la captura ideológica de los signos, la apropiación formal de éstos que aún pesa en la memoria histórica colectiva. ¿Pero por qué aún hoy? A mi juicio, la causa es la nefasta política educativa seguida en España desde el comienzo de la Democracia. A los niños no se les educa en la “Casa de todos” que es España, Nación en la que todos cabemos, sino que se potencia un localismo autonómico absurdo para lucro de editores de textos escolares. Intencionado en las Comunidades como Cataluña en la que se traduce en un instrumento de desapego nacional, de complicada solución a día de hoy. Incluso llega al injusto estribillo “España nos roba”. Me remito al respecto al magistral artículo del Profesor Velarde, publicado en esta sección de opinión el pasado día 10 de octubre, en el que resumía la evolución económica y social de Cataluña en los últimos ochenta años. Es por ello que sectores radicales muy diferentes entre sí, junto con una parte de la sociedad catalana de buena fe y por convicción personal, con raíces históricas que no cabe ignorar, se identificaron como signo de identidad con la actitud ilegal de quienes quieren romper la convivencia. Creo que a los sucesivos Gobiernos centrales les faltó inteligencia emocional para potenciar lo que nos une; para hacer campaña política y social en favor del gran proyecto que es España. Nada que ver con la reacción de los Gobiernos de Reino Unido o Canadá a favor de la permanencia de Escocia y Quebec en sus Estados. Ciertamente bajo otro modelo constitucional. Pese a ello, no hubo nunca en los últimos años en España apología sobre sentimientos comunes; sobre espacios no reglados; sobre emoción; sobre una apuesta por la convivencia de pueblos distintos bajo las mismas coordenadas. Una bandera y un himno en la que caben otras banderas y otros himnos.

España no es una nación estandarizada. Presentamos desde hace quinientos años una geometría variable y un equilibrio inestable que generación tras generación hay que cuidar. Por ello, en los errores políticos hay que sumar las reglas electorales. Éstas han propiciado la oscilación desde la necesidad del apoyo de formaciones autonómicas, con una representación sobre el conjunto nacional ridícula en proporción a sus logros electorales, hasta los excepcionales rodillos electorales.

Hoy la impresión de una gran parte de la sociedad catalana, no sólo la separatista, es que no hay un atisbo de acercamiento afectivo a la ciudadanía más allá de la respuesta –legítima- a las agresiones –ilegítimas- de los gobernantes catalanes. En tal contexto político, desbordado, hay dos situaciones relevantes. Una buena, sin duda y otra que puede serlo si se acierta en su modulación. La buena es que la calle ya es de todos en Cataluña. Ya se atreven los que callan, los que tendemos a callarnos. En Cataluña, tras los atentados en las Ramblas, -muchas cosas deben explicar los Mossos- y tras el I-0 –un desastre para todos- por fin hubo una reacción. La segunda situación relevante, es la utilización del instrumento federal “españolizado” del articulo 155 de nuestra Constitución, que se ha iniciado con el preceptivo requerimiento y la semana próxima podrá valorarse. Este precepto, de aplicación directa, pues no precisa desarrollo legal y de flexible contenido, solo tuvo un uso. Fue frente a la Comunidad Canaria, en la entrada de España en la Unión Europea, ante el desencuentro entre las autoridades regional y central sobre la supresión y compensación del tradicional régimen arancelario canario. Donde han llegado las cosas, las medidas que el Senado adopte, es decir, el Gobierno dada la mayoría absoluta del PP, serán sin duda complicadas. Nadie duda que su objetivo debe ser restaurar un autogobierno indubitado y canalizarlo a la legalidad estatutaria y constitucional en los términos vigentes, por lo que una gestión estatal en el medio plazo en Cataluña parece descartada.

Se anuncia además una reforma constitucional. Es ineludible. Y es una buena noticia, pues, sin duda, tendrá en cuenta que lo singular de un himno sin letra, en un Estado plural como el nuestro, es que cada español ponga la suya en una música que es de todos.

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