Hace unos días leí una estadística sobre la esperanza y calidad de vida de las mujeres en Europa. Quede sorprendida. Siendo una de las áreas del mundo donde más viven, no son, en correspondencia, de las más felices. Por países, en los menos soleados como Finlandia o Suecia están las mujeres más integradas en sus vidas y por tanto presentan mayores cotas de felicidad que en España, Francia o Italia, con peor esperanza de vida feliz, sobretodo, a partir de los 50 años.
Este descubrimiento me llevó a analizar con más profundidad la situación global de las mujeres en Europa. Especialmente, la situación de éstas ante la economía –y la vida- digital, en cuanto su adaptación es ineludible. Nuevamente me sorprendí. La economía digital no crea, como pensaba, puestos de trabajo más adaptados a las mujeres, en cuanto les sea permitida una mayor flexibilidad y conciliación familiar –el caballo de batalla de la mujer adulta es ser madre y cuidadora- sino que constituye un claro nicho de discriminación. El marcador “Women in Digital” evalúa la inclusión de las mujeres en trabajos, estudios y emprendimiento digital. Demuestra que la participación de la mujer se está quedando atrás en cuanto es más reducida su formación en las especialidades TIC (Tecnología de la información y la comunicación) y STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Es, además, un sector en el que su salario es inferior, de media un 20 por ciento, en comparación con el de los hombres. Y siendo preocupante esta situación, aún lo es más que en 2018 hayan sido aún menos las mujeres que inician estudios tecnológicos, en cuanto esto significa que no revierte la situación en las jóvenes.
Ante esta realidad, las Instituciones europeas han establecido una estrategia basada en promover la educación y habilidades digitales en niñas y en mujeres, potenciando que sean más empresarias y más innovadoras. El objetivo final es desafiar los estereotipos que potencian la brecha de género en la sociedad digital.
Sin duda, es una lucha que ha de ser creciente y sin cuartel. Por ello, la composición del nuevo Parlamento que surja de las elecciones del próximo mes de mayo no es indiferente.
En el contexto institucional, el Parlamento europeo desempeña tradicionalmente un papel destacado en el apoyo a las políticas de igualdad de oportunidades. Entre las más destacadas se encuentran las relativas a la lucha de la violencia contra mujeres y niñas, en la que ha aprobado una resolución instando a una acción coordinada de los Estados miembros. La educación; la información; las políticas efectivas que permitan una igualdad de roles; la persecución de la discriminación laboral; la participación igualitaria en oportunidades de las mujeres en las empresas, especialmente en las sociedades cotizadas y en las Instituciones, no permite dilación.
La perspectiva de género debe estar, obligatoriamente, integrada en todas las iniciativas políticas y jurídicas europeas. Muy especialmente en las áreas en las que más difícil es llegar a la igualdad. Es el caso del ámbito rural en el que la mujer tiene evidentes dificultades, no digamos de integración en el mundo digital.
En efecto, la carencia de infraestructuras es determinante para la desigualdad de los hombres y mujeres, pero doblemente para éstas. Un claro ejemplo es la inminente llegada de las redes tecnológicas 5G, en la que los poderes públicos deben ser muy conscientes de las consecuencias de una disponibilidad no universal, escalonando a la nueva tecnología móvil. En una sociedad digitalizada, el diferente acceso a las infraestructuras en telecomunicaciones determinará la competitividad de sus receptores, personas y empresas, con ello, por tanto, de su nivel de vida.
Las niñas y mujeres de la Europa rural donde no se hayan desarrollado políticas de especial apoyo, se alejarán necesariamente de los objetivos de igualdad quizás irremediablemente por más de una generación.
La Europa de las mujeres, por todas las razones posibles, debe ser militante.
Entre los valores en que se fundamenta la Unión Europea – es una Unión, sin duda, axiológica- destaca la igualdad. Y en sus manifestaciones, destacadamente, se encuentra la igualdad de hombres y mujeres.
En las sucesivas legislaturas se ha reforzado este objetivo, vertebral, integrado, especialmente, en los artículos 19, 153 y 157 del Tratado de Funcionamiento de la UE (TFUE) Conforme a éstos deben adoptarse normas que impidan la discriminación, por lo tanto, debe realizarse una política activa conjunta con otros capitales ámbitos, como los penales relativos a la trata de seres humanos, singularmente, mujeres y niños.
Estas políticas requieren una financiación adecuada por parte de la Unión y de los Estados miembros, debidamente destinada a objetivos concretos.
El programa europeo “Derechos, igualdad, ciudadanía” financia proyectos dirigidos a lograr la igualdad de género y el fin de la violencia doméstica, hasta el 2020. El nuevo marco financiero plurianual (MFP) para 2021 – 2027, en negociación, que ronda el 1% de la renta nacional, permitirá expresamente la lucha por la igualdad de las mujeres, algo más del cincuenta por ciento de la población.
Pero, volviendo al principio de esta reflexión ¿por qué siendo longevas, con salud aceptable, la felicidad de las mujeres europeas se agota antes? ¿Se deberá a la frustración, a las obligaciones familiares insoslayables, a la ausencia de vida propia, a la soledad del superviviente?
La nueva era digital, que representa la cuarta revolución laboral y social en los últimos doscientos años, puede empoderar a las mujeres en la igualdad o hacer que la brecha se ahonde irremediablemente.
Sin duda las políticas activas europeas marcarán la diferencia.