Mujeres bajo la pandemia

Las pandemias, históricamente, han supuesto una oportunidad de desarrollo de las sociedades.  Han acelerado su evolución en aspectos, sociales y económicos, que hubieran precisado, de otro modo, una generación para su implementación generalizada.

Covid 19, la primera gran pandemia del siglo XXI no ha sido excepción. La digitalización y conciencia social o sostenibilidad, especialmente respecto al medio ambiente, se implementan sin posibilidad de vuelta atrás.

Tampoco ha sido una excepción, desgraciadamente, la constatación de que ninguna crisis sistémica, como es la que nos asola, es neutral para las mujeres. La evidente desigualdad, a nivel mundial, entre hombres y mujeres se ha agravado en la pandemia. La razón hay que buscarla en la profundidad de sus raíces sociológicas y atávicas. La sociedad está fundada en roles y sesgos que dificultan la efectiva igualdad entre hombres y mujeres.

Por ello, el retroceso en la posición de la mujer es aun mas preocupante cuando se acaricia un cambio de época a nivel global.

La situación de vulnerabilidad femenina es desde luego mas llamativa en los países pobres, con una baja renta per capita. En ellos, los observadores internacionales ponen de manifiesto el actual abandono escolar masivo de niñas con el riesgo de matrimonios forzados o prostitución atravesando el umbral de la pobreza y de la ignominia.

En términos globales, según el informe de Naciones Unidas sobre la situación de la mujer en 2020, la pandemia ha supuesto para ésta, en diversas áreas geográficas, un retroceso en el camino de la igualdad equivalente a una generación.

Al mismo tiempo, como triste consecuencia, los niveles de violencia domestica -mal conocidos en cuanto ocultos, salvo los asesinatos- han crecido exponencialmente.  Las causas de esta criminalidad se encuentran en el confinamiento de la victima con el agresor, en la ansiedad y en el estrés, así como en la desesperación de una situación económica a veces insostenible que no pueden en ningún caso justificar la violencia.

Llamativo, además, es el crecimiento imparable del fenómeno de la ciberviolencia contra las mujeres, que incentiva tanto situaciones de peligro e inseguridad como delitos contra su libertad sexual.

Esta mezcla de factores está siendo demoledora para muchas mujeres sin que se visualice una acción publica decidida para su interdicción.

Si se examina la situación por sectores, encontramos que la mujer tradicionalmente ha trabajado en el segmento de los servicios en aquellos puestos menos cualificados: limpiadoras, reponedoras, auxiliares, empleadas de hogar, suponen categorías laborales en femenino que en relación, por ejemplo, al turismo y hostelería se han reducido en un setenta por ciento poniendo de manifiesto la fragilidad de sus coberturas contractuales.

Desde otra perspectiva, hay sectores esenciales que se integran mayoritariamente por mujeres: en las clínicas y hospitales, en los servicios administrativos básicos o en la cadena de distribución alimentaria o supermercados.  Desde esta perspectiva las mujeres han mantenido la sanidad y la actividad elemental que ha permitido la paz social. Por ello están sometidas a un mayor riesgo de contagio y con ello de transmisión a sus familias y próximos, lo que determina el rechazo de su entorno y a veces la salida de sus puestos laborales ante la imposibilidad de teletrabajar.

El teletrabajo, forma de trabajo a distancia, fuera del centro laboral queda por naturaleza reservada a trabajos cualificados y que no exigen presencia física. En el ultimo año se ha incrementado su uso global.

El teletrabajo femenino requiere sin embargo una reflexión.

Es sabido, que la mujer asume tradicionalmente el cuidado de niños y ancianos, así como las demás funciones no retribuidas en el hogar -la denominada economía informal o trabajo domestico femenino-. El hecho de que la mujer no salga de casa a su puesto de trabajo, debido a que realiza sus funciones desde allí, independientemente de otros beneficios, incrementa la multiplicación de roles y dificulta su emancipación y crecimiento, riesgo evidente de involución en las mujeres profesionales, aumentando su carga psicológica.

Bajo esta presión, se pone de manifiesto, adicionalmente la brecha salarial, que en determinados sectores llega a un treinta por ciento frente a un hombre en el mismo puesto de trabajo.

Pero la pandemia no solo pone de manifiesto desigualdades actuales sino también futuras.

Cabe citar la perspectiva de las pensiones y la merma de cotización para las mujeres en activo. En épocas tempranas, desde la escuela, la curva negativa se origina ya en la formación de las niñas y adolescentes en hogares sumidos en una crisis económica profunda, en la que, además, la educación se convierte en gran medida en no presencial.

La necesidad de contar con equipos que permitan la comunicación a distancia y la videoconferencia, son nuevas barreras a la igualdad, en cuanto las mujeres que parten de una situación mas desfavorable presentan menos estímulos para avanzar en sus estudios.

Esta situación, muy preocupante, precisa una acción decidida de los Gobiernos, apoyando, con un programa sistemático, la independencia femenina y su salida al mercado laboral; estableciendo medidas que permitan a las mujeres emprender, de forma incentivada, creando sus negocios; mediante la adopción de medidas positivas en materia de educación; por ejemplo, proporcionando más becas a las niñas, especialmente aquellas que les permitan su acceso a las carreras tecnológicas.

Solo así se podrá evitar que el daño sea aún más irreversible y que tantas mujeres, bajo la pandemia, vean recortados, injustamente, sus mas elementales derechos y su crecimiento personal.

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