Ucrania, la diáspora de las mujeres

Hemos vivido décadas sin conocer la desolación de la guerra. Hoy nos encontramos con el horror cerca de nuestras fronteras, en un área geográfica y cultural que nos es próxima. Como dijo el Alto Representante Josep Borrell, la jungla exterior amenaza con comerse el jardín europeo.

La guerra siempre es injusta e ilegitima, pero la invasión por Putin y su círculo de apoyo -no se puede generalizar al pueblo ruso en su conjunto- es un atentado al Derecho internacional y al humanitario.

La misión fue largamente planeada por Vladímir Putin, cada vez mas alejado de la realidad. Consiste en la recuperación de las fronteras de 1945, en el renacer de la gran Rusia, humillada con la caída del muro de Berlín tras la desintegración de la URSS, en 1989. Su objetivo es la recuperación de Rusia como potencia territorial internacional, pese a ser su PIB no mucho mayor que el de España y sus parámetros económicos los de un país medio, aún fuertemente armado. Una autocracia.

La guerra de Ucrania era esperada. Tras intervenir en Georgia, en 2008 Rusia ya había actuado militarmente en la región del Donbas en 2014 por lo que la creciente acumulación de tropas en la frontera este del país era un mal augurio. En efecto, en lo peor del invierno, el mes de febrero, una vez pasados los JJOO chinos, el ejército de Putin invade Ucrania.

La invasión conlleva el uso salvaje de la fuerza, ante una Nación preparada psicológicamente para resistir. El héroe inesperado, como acertadamente se le ha denominado, el actor Volodímir Zelenski, 26 años mas joven que Putin, sabe emplear la comunicación y las redes sociales como arma de defensa.? Es el objetivo número uno del Kremlin.

El avance y consecuencias de la guerra ahora mismo son de difícil predicción. Si se cumplen sus previsiones, Rusia someterá la totalidad del territorio ucraniano. Lo hará más allá de su frontera directa al este y al sur tras la anexión ilegítima de Crimea en 2014, incluso de la capital, Kiev, en un camino jalonado por centrales nucleares como Chernóbil Y Zaporiyia, tomadas tempranamente por las fuerzas rusas.

El riesgo y amenaza de una guerra nuclear, solo puede atemperarse por China, aunque vele por sus propios intereses, territoriales en Taiwan y económicos, en los que Usa y Alemania, por delante de Rusia presentan su interés comercial preferente, aun tras la creación de la Asociación Económica Integral Regional en 2019 y sus acuerdos bilaterales.

La guerra es ante todo dolor. Un atavismo que no se puede concebir en una Europa cuyos postulados son la digitalización, la sostenibilidad y el medio ambiente. En el jardín.

Como Roma, Europa corre el riesgo de la invasión bárbara, mas allá de Georgia o Bosnia y Herzegovina, en las mismas Repúblicas bálticas: Estonia, Letonia, Lituania, quizás en Polonia, lo que supondría la activación del Art. 5º del Tratado de Washington y con ello una escalada de dantescas consecuencias.

En esta situación global, las mujeres ucranianas se encuentran entre la guerra y el exilio. Ellas participan en sus fuerzas armadas desde 1993. En 2020 ya eran 30.000. Las mujeres poseedoras de oficio útil en la campaña, como las médicas o las que simplemente sepan conducir, debían alistarse a disposición del Ejército. El reclutamiento de mujeres en la pandemia anticipaba la percepción de una guerra cierta.

En este panorama destructor, las mujeres representan el sufrimiento, el estoicismo, la resiliencia. Los crimenes de guerra contra las mujeres son los mas atroces, en cuanto no sólo son físicos sino morales, siendo la violación como arma de guerra, la mas abyecta indignidad. Por ello, la labor de retaguardia y logística de las mujeres pugna con el gran exilio, del que junto a los menores y ancianos que puedan desplazarse, están creando, por millones, una pléyade de refugiadas.

Con ellas Europa tiene su mejor papel, mas allá del envío de armas defensivas y ofensivas. La verdadera ayuda de Europa se encuentra en la modificación realizada por unanimidad y urgentemente de la directiva de protección temporal incluido el correspondiente incremento de fondos inicialmente fijado en cinco mil millones de euros. La protección incluye el derecho a residir en la UE y por tanto el acceso al empleo, vivienda, asistencia social y médica, así como al sistema educativo.

Como ha dicho la presidenta Von der Leyen la mejor cara de Europa es la solidaridad unánime con el pueblo ucraniano.

Su aplicación, por primera vez, -no se hizo en 2015 en la crisis siria- permitirá el asilo temporal de millones de ucranianos, en su mayor parte, como se ha indicado, mujeres, hasta un tiempo máximo de tres años. Posteriormente, de seguro, habrá otros mecanismos, al depender su regreso de lo que les quede en Ucrania.

Allí, los varones entre 18 y 60 años son reclutados en la defensa militar de Ucrania, de forma obligatoria, junto a voluntarios llegados de toda Europa. Habrá muchas bajas. Y sus familias pueden optar por no regresar.

Rusia ha decidido emprender una guerra denominada clásica, en la que especialmente, el ejercito de Tierra, infantería y unidades acorazadas, junto con la misilística, incluidos los letales Kalibr y Smerch, hoy por hoy, tienen el protagonismo, dando paso a los bombarderos. Podría considerarse que de forma deliberada. El avance lento por tierra, pese al incumplimiento ruso de los pasillos humanitarios, de alguna forma favorece el gran exilio de la población, dejando atrás sus casas, su tierra, sus pertenencias, toda una vida. Una nueva diáspora de millones de ucranianas por toda Europa.

La diáspora de las mujeres.

Se hace presente Julio Anguita tras la pérdida de su hijo periodista en Irak.

Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen, frase que hoy mas que nunca es recordada.

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